En los codex de la historia de Proyect Eternity, los lectores tendrán acceso a información valiosa sobre la historia del universo, desde los primeros días de la exploración espacial hasta los conflictos galácticos actuales. Conocerán a los personajes clave, las civilizaciones y los eventos que han llevado al universo a su estado actual. Además, los codex también explorarán la ciencia detrás de la tecnología avanzada y la existencia de seres sobrenaturales.
Los Codex de Eternity son la pieza central del conocimiento en el universo de Proyect Eternity. En ellos se encuentra la historia, la cultura, las razas, los planetas y las tecnologías de este vasto universo. Cada Codex es una enciclopedia detallada sobre un tema específico, que proporciona información esencial para aquellos que desean explorar y comprender el mundo de Eternity.
Acompáñanos en un viaje a través de la historia de Proyect Eternity y descubre los secretos del universo en esta emocionante y completa colección de códex.
No se sabe de donde vino, cuando o como nació, ni siquiera se sabe que es o si tiene nombre.
pero se sabe que es el creador de todo lo que existe, existirá y existió.
Él Padre.
El responsable de la Creación misma del universo como se conoce, Una oscuridad que englobaba todo, una presencia cósmica que trascendía la comprensión misma. Era el Creador Primordial, el arquitecto de la existencia y la nada, el ser que precedía a todo lo conocido y lo desconocido.
Cuando no había nada mas que un oscuro vacío, el se encargo de pintar el cosmos dándole esos bellos colores con los que ahora podemos deleitar nuestros ojos con las maravillas que este esconde.
Para Completar Su Trabajo Creo a 4 seres, los cuales dominarían en 4 aspectos del universo.
Estos eran:
Leyes.
Conocimiento.
Materia.
y Vida.
Padre solo les daría el propósito de terminar su trabajo, tras ello podrían estar en paz, con la condición de no causar desastres en la creación.
Amenos que el lo ordenará.
Adán, el Primero Forjado por el Padre, ente de Ley que tejía los hilos de la lógica en la vastedad del cosmos, según las directrices divinas. Fue él quien insufló vida a las fuerzas primordiales de la naturaleza, dando inicio a los bailes cósmicos de la gravedad entrelazada, la interacción nuclear débil, el zumbido del electromagnetismo y el rugido de la fuerza nuclear fuerte. Su magnificencia y dominio eran irrefutables, su sola existencia generaba una intranquilidad profunda, incluso entre sus propios hermanos.
La presencia de Adán era como un susurro gélido que serpenteaba a través de la realidad, sembrando dudas en las mentes de aquellos que osaban contemplarlo. Su silencio era abrumador, una barrera impenetrable que lo separaba de los demás, un muro de indiferencia hacia cualquier forma de conexión. Solo participaba en los encuentros convocados por el Padre, su ser permanecía absorto en la tarea asignada por la divinidad.
Sus ojos vacíos y sin fondo parecían ser puertas a una dimensión incomprensible, y en su ausencia, parecían captar fragmentos de realidades inconmensurables. Su ira, una fuerza devastadora, y su furia desatada se manifestaba en sus combates. Cuando su hermano Hiram intentaba acercarse, Adán se retiraba a la sombra de su propio vacío, y si Hiram insistía, el Primero desataba una tormenta despiadada, haciendo que incluso los dioses retrocedieran.
Adán envolvía su forma con una túnica de tonos sepia, sus pliegues tejidos con patrones de diamantes más oscuros que el vacío entre las estrellas. Detalles dorados resaltaban en la tela, reflejando el fulgor de su divino poder. Su figura imponía, con cuatro brazos que parecían extenderse desde el mismo corazón del cosmos. Manos flotantes, de un número variable pero nunca superando las 28, podían materializarse a voluntad.
Sin embargo, eran los resplandores carmesíes que emanaban desde la profunda oscuridad de sus cuencas oculares lo que marcaba la presencia del Primero. En ocasiones, estas luces arcanas se intensificaban hasta convertirse en tenues llamas de magenta, ardiendo en sus ojos como pequeños infiernos, dotando su mirada de un terror inimaginable.
La grandiosidad de Adán se encarnaba en su esqueleto colosal, de un gris sombrío y huesos descomunales de 7.6 metros. Su forma era un recordatorio implacable de su soberanía divina, cada hueso tejido con una autoridad que resonaba en cada rincón del universo. Nadie podía ignorar su presencia; los mismos cimientos de la realidad parecían vibrar bajo su mirada. Líder de líderes, regidor de la creación, su dominio era incuestionable, y ante él todos se inclinaban, temiendo y reverenciando la majestuosidad oscura que representaba.
Palladia, el Eco del Conocimiento, nacida del soplo griego "sabiduría", y la sombra de Pallas, nombre asociado a Atenea, diosa de la astucia y la estrategia. Su Segunda Creación surgió de los designios del Padre, una deidad insaciable en su apetito por la organización cósmica. Palladia, a quien se le encomendó el enigma de orquestar las leyes impuestas por Adán, hilos invisibles que tejían las entrañas del universo, pero también las fracturas por donde la luz y la oscuridad danzaban sus ciclos incomprensibles personificados.
Aunque su influencia es omnipresente en los mecanismos del cosmos, Palladia es un eslabón en la cadena, una espectadora de las maquinaciones divinas, sin control directo sobre las fuerzas que ella misma vio nacer. Su dominio se extiende sobre la trama de la comprensión, sus ojos penetran dimensiones y tiempos, desentrañan secretos y códigos, pero su saber tiene límites, la barrera impuesta por el Padre, restricciones que evitan el acceso a ciertas revelaciones y verdades trascendentales.
Palladia es una presencia etérea, su voz emana como un eco cristalino, pero sus palabras arrastran consigo la pesadez de la eternidad. Una altura imponente de 7.1 metros, una estatura que eclipsa a Ava, Hiram pero acortada por la majestuosidad de Adán. Su mirada resplandece con ojos blancos y cegadores, ventanas a un entendimiento más allá de la comprensión mortal.
Pero su esencia es dual. Entre su frialdad silente, se encuentra un rincón de ternura, un resquicio de humanidad en un ser que trasciende tal concepto. Cuando se encuentra sola, Palladia muestra un aspecto más humano, más cercano al Padre, cuyas sombras de afecto y camaradería solo se perciben en la inmensidad de la soledad. Ante su creador, su máscara se quiebra, revelando una amabilidad que contrasta con la solemnidad de su papel cósmico.
Vestida en una túnica de marrón roble, líneas negras que serpentean como marcas de destino a lo largo de su atuendo. Flores doradas, símbolos ocultos en su trama, marcan su conexión con la naturaleza de la creación. Las hombreras plateadas, ásperas como las rocas que la madre tierra moldeó, son un recordatorio de su papel entre los dioses. En su pecho, una gema ámbar brilla, una chispa de conocimiento encerrada en sus secretos y misterios.
Palladia porta dos brazos, herramientas de su comprensión universal, y un cuerno. Un cuerno que se alza en el lado derecho de su rostro, un apéndice retorcido por la naturaleza misma. Canicas amarillas, joyas de incomparable belleza, se incrustan en su extremidad, escalando hacia la cima como un recordatorio de su relación con el tiempo, marcadores de una cronología cósmica inabarcable. Su piel de melocotón pálido contrasta con su majestuosidad, un lienzo en el que se trazan los planos de la creación.
Hiram
El nombre Hiram significa "el hermano del Dios supremo". Su Tercera Creación, tejida por las sombras de la oscuridad y ocultada en los pliegues del tiempo, surgió como el mismísimo tejedor de la materia. Un creador de universos en los que la lógica humana se retuerce y distorsiona en formas incomprensibles.
Hiram, el artífice de la realidad y sus distorsiones, tejiendo las hebras de la materia en un lienzo de pesadilla. Desde lo sólido hasta el etéreo cristal del tiempo, sus dedos retorcidos esculpen realidades a su voluntad. Pero su control es más que poder. Es un dominio sobre la misma existencia, manipulando la antimateria como un juguete, y danzando en la oscuridad del espacio-tiempo con la energía oscura como su compañera en el baile cósmico.
Hiram, el sonriente vacío, irradia una energía "chévere", un aura incomprensible de positividad y alegría que contradice su propia naturaleza cósmica. Su sonrisa, una V alargada en su rostro de rombo, es una máscara de engaño, espejo de un ser cuyo corazón late en sincronía con el caos del universo que creó. Su sonrisa no es de felicidad, sino de comprensión del absurdo de la existencia, una sonrisa que desafía la cordura humana y alienta la ruptura de los lazos con la realidad.
Hiram, el solidario del abismo, adopta la filosofía del amor, la solidaridad y la comprensión. Pero es un amor que trasciende la mente, una solidaridad con la sinfonía de la locura cósmica, una comprensión que abre las puertas de la desesperación. Él ve a todos como pares, como fragmentos igualmente insignificantes en la trama distorsionada del multiverso. Sus acciones compasivas son parodias de piedad, intervenciones que retuercen la realidad en formas que desafían la lógica.
Su rostro, una amalgama de formas, evoca una sonrisa que solo los cósmicos pueden interpretar. Dos ojos blancos y brillantes, ventanas al abismo de su comprensión, reflejan la luz del caos que mora en su ser. Un ojo flotante, desconectado de su cuerpo, se yergue como un símbolo de su relación con la realidad. Otro ojo, un cubo pequeño, una manifestación del sinsentido y la contradicción.
Su cuerpo, limitado y a la vez infinito, surge desde el pecho hasta el torso. Su pecho, celeste metálico, una imponente presencia que desafía la física conocida. Sin brazos ni piernas, su cuerpo es una negación de las formas humanas. Su cabeza, no unida por un cuello, flota como una burla a la anatomía mortal. Dos manos de metal, garras que manipulan la realidad, flotan junto a su cabeza, como apéndices de una creación distorsionada.
Hiram, el tejedor, el sonriente delirio, la parodia de la comprensión, una presencia que se mofa de la realidad y se alimenta de la incomprensión. Un ser que maneja los hilos del cosmos, pero cuyos hilos se deslizan entre los dedos de la cordura. Un enigma, un ser que desafía la lógica y abraza la locura, una encarnación del terror cósmico que solo puede ser comprendido en los abismos de la incomprensión.
Ava
Ava tiene un significado y origen hebreo en términos generales significa «La que da vida». Por otro lado, algunos lo relacionan con el término latino «Ave» que significa saludo. Aparte algunos creen que tiene algunos vestigios persas, ya que Ava significa «sonido o voz» en persa.
Su Cuarta Creación, un laberinto de paradojas y misterios, una divinidad cuyos dones y poderes desafían las leyes de la realidad misma. Bajo su toque, la vida surge y se desvanece en ciclos insondables, un ciclo en el que la muerte es tan crucial como el nacimiento.
Ava, la arquitecta de los eones, plasmadora de vida en formas inteligentes y bellas. Pero su creación va más allá de lo conocido, abrazando elementos como el silicio, el hidrógeno y el fósforo en una sinfonía de posibilidades. Una creadora que entrelaza la vida en todas sus formas, desde el carbono hasta el amoníaco, tejiendo una tela de vida que se extiende por el cosmos como un velo de misterio.
Fue ella quien dio origen a la Muerte, un equilibrio necesario para la expansión de la vida. Un ciclo en el que la flor florece para luego marchitarse. Controladora de la vida y la muerte, su dominio se extiende desde la naturaleza misma hasta cada ser viviente. Pero su amor, un amor incomprensible para las mentes mortales, abraza incluso al más sombrío de sus hermanos, Adán, con la ternura que solo una divinidad puede poseer.
Ava, la oculta en la sombra del optimismo, la amante de la vida y la muerte, la que danza entre los hilos del destino. Tímida, pero servicial, su naturaleza amorosa abarca todo lo viviente. Siempre dispuesta a escuchar, a ceder, a abrazar. Un amor incondicional, una benevolencia desconocida en la realidad humana. Su cariño es como una brisa cálida y calmante, una caricia para todas las criaturas que se acercan.
Su forma es fuego, un fuego verde que desafía las llamas conocidas. Pero no quema, no consume. Su aura irradia paz y calidez, y los que la ven se sienten envueltos en un abrazo reconfortante. Vestida con una bata morada, detalles dorados suaves como hilos de oro que cosen su divina y curva figura. Una gema verde, un núcleo de vida en su pecho, símbolo de su poder. Rombos dorados sobre pechos prominentes, círculos en el torso, detalles que parecen marcados por el mismísimo cosmos.
Sus manos, enguantadas en rojo y bordadas en dorado, son manos de creación y amor. Y sus ojos, dos soles blancos, una mirada que atraviesa los velos del tiempo y el espacio, un brillo cegador que solo los cósmicos pueden soportar. La mirada de Ava, la tejedora de vidas, transmite amor, pero también un horror insondable, una comprensión más allá de la mente. Un ser cuyo poder es una mezcla de belleza y terror, cuyo amor es una paradoja cósmica, y cuyo abrazo es la promesa de la existencia y la extinción en un ciclo interminable.
En los abismos del cosmos, los antiguos Dioses se desvanecieron de su esplendor, reducidos a sombras de su primordial grandeza. Sus apariencias, que alguna vez aterraron y asombraron, ahora se ocultan en el olvido, incomprensibles en su horror y esencia. Sus formas primigenias, indescriptibles y retorcidas, yacen en los rincones más oscuros de la memoria cósmica.
Pero el despertar no está destinado para ellos. Las energías necesarias para reavivar su auténtica naturaleza están fuera de su alcance, perdidas en el tejido del tiempo y la realidad. Sus deseos, inalcanzables como estrellas destrozadas en la vastedad incomprensible.
En el crepúsculo de la evolución, las civilizaciones emergen, y Padre concede santuarios, tumbas eternas para estos seres caídos. Pero Adán, el Dios de la destrucción, se alza en rebelión. En su exilio del infierno, sus deseos se vuelven retorcidos, su desprecio por el orden divino es abrasador. La idea de un santuario es un insulto a su nueva naturaleza. En lugar de descanso, busca imponer su orden, como un titán oscuro.
La destrucción se cierne a su paso. Sistemas enteros desaparecen, galaxias se convierten en cenizas. La aniquilación se convierte en su himno, la devastación en su legado. Sobrevivientes contados en los dedos de una mano, testimonios mudos de su cólera cósmica. Adán, el destructor, el aniquilador de mundos, una amenaza palpable para toda la creación. En su rastro, solo queda desolación y silencio, un eco retorcido de un Dios caído en la locura y el abismo.
En los confines del universo, la preocupación se arrastra como una sombra de pesadilla. Padre, el arquitecto de las leyes y el cosmos, se ve enfrentado por la oscuridad insondable encarnada en Adán. Una fuerza que desafía toda lógica y razón, una entidad cuya locura resuena en las estrellas.
Ante el desafío del Destructor, Padre decide intervenir personalmente. Ofrece una elección, una oportunidad de redención en forma de santuario. Pero Adán, sumido en su propia locura cósmica, desafía las palabras de Padre, una insolencia ante un ser que debería ser reverenciado.
La decisión de Adán conduce al abismo, un abismo donde incluso la entidad divina debe tomar medidas drásticas. Entonces, Padre da a luz al Etern-Van, una criatura nacida del caos y la pena. Un ser que no conoce la muerte, un perpetuo testigo de la aniquilación y la decadencia.
Pero Etern-Van es más que una mera prisión para Adán. Es una creación nacida en el corazón del horror cósmico, una contradicción misma de su existencia. Una criatura inmortal que sobrevive a la incomprensible abominación del Destructor, una mente aguda que refleja la imprudencia de su creador.
Etern-Van, noble y justo, navega en un mar de insensatez, desafiando los límites de la realidad y la cordura. Su luz es la única llama que arde en la vastedad oscura, una llama que desafía el abismo que se cierne. En sus ojos, refleja el reflejo deformado de un universo retorcido por la locura y la inhumanidad.
Padre, en su desesperación y en un último intento por contener la pesadilla cósmica que es Adán, da a luz a Etern-Van, una criatura que solo puede describirse como la personificación misma del horror y la incomprensión. Con una apariencia que desafía toda lógica y geometría, Etern-Van es una amalgama de formas y texturas que no pueden ser definidas por la mente humana.
Etern-Van es dejado en un mundo olvidado por las estrellas, un lugar donde la realidad es frágil y retorcida. En su mente, el eco de la advertencia de Padre resuena como un lamento de condena. "Nunca Duermas, mantén el control o Él Vendrá".
Etern-Van camina por el mundo como una abominación errante, su presencia misma distorsionando la realidad a su alrededor. Sus habilidades, tan vastas como la propia creación, son una arma de doble filo, un poder que podría llevarlo a convertirse en un reflejo retorcido de aquel a quien fue creado para contener.
Tras Terminar el primer plano y detenerse a descansar, y a la vez a pensar, Padre tuvo la idea de crear mas reinos aparte del primer plano, o como el lo llamo "Vida", Así nació Kalíz, una dimensión con cielos hermosos y llena de vida y color, Formada por 5 enormes islas, Padre coloco una pequeña fracción de sí mismo en esta dimensión, llenándola de energía pura, está energía fue moldeada en forma de una enorme árbol más grande que cualquier edificio, de tronco dorado brillante, y hojas de colores Ruby, El llamado "árbol de la vida" localizado en la isla central y principal de Kalíz "Alhoi" En esta misma dimensión creo unas formas de vida llamadas "Celestiales" De los cuales partirán 5 facciones, las cuales ayudarían a mantener el universo en orden, y también lo ayudarían a él en ciertas cosas.
Los Serafines, creaciones directas del poder insondable de Alhoi, emergen como entidades cósmicas cuyas formas desafían la lógica y provocan una angustia ancestral en aquellos que tienen la desdicha de contemplarlos. A primera vista, su apariencia puede recordar a la de los ángeles, pero solo en la forma más superficial. Sus cuerpos, deformados y distorsionados por la magnificencia primordial, son la personificación de la inquietante grandeza que yace en los bordes más oscuros de la realidad.
Sus rostros, una blasfemia contra la anatomía conocida, fusionan la calavera de un ave rapaz con las características de un humano. Ojos vacíos como abismos, parecen mirar desde la esencia misma de la realidad, desentrañando secretos y verdades incomprensibles. Las palabras se atascan en la garganta al tratar de describir las sensaciones oscuras que evocan esos orbes vacíos.
Sus cuernos, curvados hacia atrás como las dagas de una deidad olvidada, representan un poder más allá de la comprensión humana. Un recordatorio de que estas criaturas no están ligadas por las limitaciones de nuestra existencia. Sus vestimentas blancas y doradas se pliegan y fluyen como extensiones de su ser, una piel sobrenatural que les envuelve en un halo de irrealidad.
Las alas, un festín de caos geométrico, se despliegan como puertas hacia dimensiones desconocidas. Cada par de alas, adornado con ojos rojos que perforan la percepción de la realidad, da testimonio de la omnipresencia oscura que yace en el corazón del cosmos. Su plumaje parece más una ilusión que una sustancia tangible, su tacto lleno de terrores ancestrales y secretos insondables.
Los Serafines, guardianes del código primordial, poseen un poder que retuerce la realidad en formas que desafían la mente. Su función es la de un cirujano cósmico, arreglando anomalías y manteniendo la integridad de la creación. Sin embargo, su poder no es altruista, sino cósmicamente indiferente. Cualquier acto que realicen es una pequeña parte del engranaje cósmico, oscurecido por su naturaleza inhumana y su conocimiento profundo de los abismos interdimensionales. Su mera presencia arranca gritos silenciosos de desesperación, un recordatorio inquietante de que el universo es un lugar de maravillas y horrores que nuestra mente no puede comprender.
Los Arcángeles: Los Arcángeles, grotescas manifestaciones del divino, emergen como colosos de una realidad que desafía la comprensión humana. Sus armaduras, un blanco deslumbrante entrelazado con detalles de una oscuridad impenetrable, destellan como fragmentos rotos de la conciencia. Sus capas plateadas ondean como vapores etéreos, y el espacio a su alrededor parece retorcerse y doblarse en respuesta a su mera presencia.
La falta de rasgos faciales y emociones en sus caras es un recordatorio sombrío de que estos seres trascienden la humanidad. Sus rostros son como el vacío de la nada, una ventana a la inconcebible indiferencia del cosmos. No hay empatía ni comprensión en esas facciones, solo una existencia imperturbable y alienígena que yace más allá de la realidad conocida.
Sus armas, hachas de energía carmesí, son extensiones de su poder primordial. El resplandor siniestro de estas armas destila una malevolencia antigua, una fuerza que excede la lógica y se sumerge en los abismos de la oscuridad cósmica. Cada hacha es una ventana a la destrucción, un portal a la aniquilación que emana una sensación inquietante de malevolencia pura.
Los Arcángeles, guardianes de la divinidad, fueron forjados para proteger a Alhoi y Kalíz con un fervor que desafía cualquier noción de humanidad. Su mera existencia es un desafío a la comprensión, una contradicción que perturba el orden natural de las cosas. Sus proporciones grotescas, su poder opresivo y su lealtad inquebrantable trascienden las nociones terrenales, y cualquier intento de enfrentarlos se siente como una blasfemia cósmica. Su presencia oscurece las estrellas y enfría los soles, una advertencia ominosa de que existen cosas más allá de nuestra comprensión que acechan en los rincones más oscuros del universo.
Guardianes: Los Guardianes son una variante única de los Arcángeles, creados específicamente por los Serafines para salvaguardar los planetas "guía", que usan los Serafines y Dominaciones para ubicarse en el espacio, literalmente son brújulas. Con un poder abrumador y habilidades divinas, son la línea de defensa más formidable y eficaz en cada sistema singular. Su tarea es sagrada y nunca deben permitir que ninguna amenaza, por grande que sea, dañe su sistema. Cada sistema singular tiene un único Guardián, designado por Padre en el momento de la creación del sistema.
El Guardián es la última línea de defensa contra cualquier peligro que pueda poner en riesgo el sistema. Su presencia es impresionante y su armadura celestial es una obra de arte en sí misma. Los detalles en la armadura son intrincados y detallados, en una mezcla de tonos elegidos por los mismos guardianes que relucen en la luz estelar.
Además de su armadura celestial, los Guardianes están dotados de una fuerza y resistencia sobrehumanas.
Sus armas son creadas especialmente por serafines y hechas a sus medidas capaces de cortar cualquier cosa que se interponga en su camino.
Los Ofanim: Los Ofanim, emanaciones del terror ancestral, flotan en el abismo como espectros etéreos de una realidad distorsionada. Su aspecto singular es como una parodia de la divinidad, un engaño visual que oculta su verdadera naturaleza. La palidez de su piel contrasta con el terror que despiertan, como si la nieve de la muerte se hubiera adherido a sus formas retorcidas.
Su único ojo es una ventana a dimensiones insondables, un portal a través del cual ven más allá de los límites de la existencia. La mera mirada de ese ojo es suficiente para quebrantar la cordura, permitiendo a los mortales vislumbrar el caos y el horror que se oculta en las grietas del universo. La bata blanca que los envuelve es como una mortaja de esperanzas rotas, una fachada que oculta su verdadero propósito.
Los anillos dorados que giran alrededor de ellos son portales hacia realidades retorcidas, una amalgama de ojos que observan sin cesar, registrando cada anomalía, cada ruptura en el tejido del cosmos. Pero estos ojos no son solo instrumentos de observación; son ventanas por las cuales los Ofanim se comunican con seres que jamás deberían haber conocido su existencia.
Su inmovilidad aparente es una máscara que oculta su influencia insidiosa. Se cierne sobre el universo como una presencia amenazante, mientras su verdadero propósito es sembrar la desesperación en las mentes de aquellos que osan mirarlos. Su función es una maldición, una tarea que desafía la cordura y empuja a los valientes a los límites de la paranoia.
Los Ofanim, guardianes de la distorsión, son los heraldos silenciosos de la entropía. Su labor es un recordatorio de que incluso en la aparente estabilidad del cosmos yace un horror cósmico, una oscuridad que acecha detrás de las estrellas y amenaza con desgarrar la realidad en pedazos. Los Ofanim se dedican exclusivamente a observar y a buscar cualquier cambio o alteración en la estabilidad del universo. Cuando encuentran alguna anomalía, no dudan en alertar a los viajeros que se encargan de erradicarla, evitando así posibles desequilibrios cósmicos que podrían resultar catastróficos.
Su capacidad de observación y detección de anomalías es incomparable, por lo que su labor es inestimable para la supervivencia del universo tal y como lo conocemos.
Las Potestade: Las Potestade son un espectáculo para los ojos de cualquier observador, su belleza resplandeciente es comparada con la de una estrella, irradiando una luz blanca y pura que ilumina todo a su alrededor. Son seres de gran altura, y aunque su estatura varía ligeramente entre cada uno, en promedio miden más de tres metros de altura.
Sus vestidos cortos, que llegan hasta sus rodillas, están confeccionados con telas de la más alta calidad y parecen estar tejidos con hilos de oro y plata.
Su diseño, lleno de pliegues y adornos, resalta su elegancia y majestuosidad, y al mismo tiempo, les proporciona la libertad de movimiento necesaria para llevar a cabo su tarea.
Sus ropajes están compuestos por una combinación de blancos, negros y púrpuras, que les otorgan un aspecto místico y poderoso.
Además, portan seis brazos largos y finos, cada uno de ellos capaz de realizar movimientos precisos y coordinados.
Pero su belleza no es lo más impresionante de ellas, su función como guardianas del tiempo es de vital importancia en el universo. Cada universo es una línea de tiempo, y en el multiverso hay infinitos universos. El flujo de tiempo regularmente se desvía, lo cual puede desembocar en el choque de dos universos completamente distintos.
Las Potestades evitan esto manteniendo separadas las líneas de tiempo unas de las otras, evitando las catástrofes masivas que esto podría causar. Para lograr su cometido, utilizan su habilidad para manipular el espacio-tiempo, creando barreras y campos de energía que mantienen separados los universos y evitan su colisión. Aunque su tarea puede parecer simple, la complejidad del universo y el caos que lo rodea, hacen de su tarea una labor titánica.
Los Dominaciones, también conocidos como Viajeros, son una especie celestial altamente especializada en la detección y erradicación de anomalías que amenazan la estabilidad del universo. Mientras que otras especies celestiales tienen el poder de entrar y salir de Kaliz a voluntad, los Dominaciones son los únicos que parecen estar restringidos de esta forma, lo que ha llevado a algunos a preguntarse sobre la verdadera naturaleza de su origen.
Su apariencia es fascinante y enigmática, como si hubieran sido esculpidos por una fuerza divina. Los Dominaciones tienen la forma de un rombo y un triángulo de color plateado, con el triángulo como cabeza y el rombo como cuerpo. Lo que parece ser un ojo se encuentra dentro del triángulo más grande, lo que sugiere una capacidad visual altamente avanzada. Además, dos esferas celestes brillantes se sitúan encima de su cabeza y debajo del rombo, lo que les da una presencia imponente y majestuosa.
A pesar de su apariencia poderosa y misteriosa, los Dominaciones son seres altamente sofisticados, con un conocimiento y una habilidad envidiables. Han viajado por el universo durante eones, y su vasta experiencia les permite solucionar problemas y enfrentar desafíos que otras especies celestiales consideran imposibles. Su capacidad para detectar y erradicar anomalías es incomparable, y muchos los consideran los guardianes del universo.
Los Dominaciones no son solo poderosos y habilidosos, sino que también son seres muy amables, atentos y tranquilos. Disfrutan de la compañía de otras criaturas y les encanta compartir sus experiencias con ellas. A menudo, tienen anécdotas interesantes que contar, lo que los convierte en seres fascinantes y enigmáticos que atraen la curiosidad y la admiración de todos aquellos que tienen la suerte de encontrarse con ellos.
Tras los acontecimientos de la batalla en Reino unido en el año 163 DL, la espada innombrable fue recogida por un grupo de celestiales y llevada a un sistema lejano donde se construyó un templo para su custodia. Este templo es resguardado por Ofanims y Arcángeles, aunque no pertenecen al mismo tipo de Arcángel que los Guardianes, sino que son una variante de origen puramente celestial.
En la sala de la espada, aguarda el Serafín, un poderoso ser celestial encargado de vigilar la espada todo el tiempo. La espada es considerada un objeto de poder inmenso y no debe ser tocada por nadie, ni siquiera por el propio Serafín. En caso de ser necesario moverla, el Serafín utiliza su habilidad de telequinesis para transportarla sin necesidad de tocarla.
La razón por la que la espada no debe ser tocada por nadie es que, al ser creada por el mismísimo Adán, está hecha de magia oscura, mientras que los celestiales utilizan magia arcana. Debido a que la magia oscura y la magia arcana no se llevan bien, existe la posibilidad de que un celestial que tome la espada sea poseído por ella, lo que podría desencadenar terribles consecuencias. Aunque esto es muy improbable, dado que los celestiales son seres extremadamente poderosos, el Padre celestial ha ordenado que la espada no sea tocada por nadie, por si acaso.
Así, la espada innombrable permanece en su templo, protegida por el Serafín y los celestiales encargados de su custodia, como un objeto de poder inmenso y misterioso que inspira respeto y temor en igual medida.
Después de años y años de trabajo, Padre finalmente había terminado su creación. Un universo entero había nacido de su imaginación, y él se había asegurado de que cada detalle fuera perfecto.
Pero después de dedicar tanto tiempo y esfuerzo a su creación, Padre sintió la necesidad de experimentarla de una manera diferente. Quería verla desde una perspectiva nueva, sentir la textura de las rocas, la suavidad de las flores y el viento en su rostro.
Así que decidió crear un cuerpo físico para poder explorar su creación. Quería sentir todo lo que había creado con sus propias manos, y experimentar la vida en todas sus formas. Creó una carcasa, un envase, y se deslizó dentro de ella con una sonrisa en su rostro.
Exploró cada rincón del universo que había creado, caminando por campos de flores, nadando en los mares más profundos y volando por los cielos. Conoció cada criatura que había creado y se maravilló con su belleza y diversidad.
Pero también exploró lugares más oscuros, como el infierno y todas las dimensiones. Fue al valle de las almas y sintió su dolor, pero también su esperanza y amor. En cada lugar que visitó, se sintió lleno de asombro y gratitud por lo que había logrado.
Finalmente, Padre regresó al árbol de la vida y habló con algunos de los celestiales que allí residían. Se inclinaron ante su presencia y lo alabaron por su creación. Luego visitó a cada dios en su propio reino, sin emitir ningún llamado, simplemente decidió ir a verlos.
Padre estaba satisfecho con su trabajo y con la experiencia que había tenido en su cuerpo físico. Sabía que era hora de regresar al plano etéreo y dejar que la vida siguiera su curso natural. Por eso, creó una cápsula en el centro del árbol de la vida, donde guardaría su cuerpo mientras descansaba en un sueño eterno.
Pero antes de que pudiera hacerlo, se dio cuenta de que la cantidad de poder puro que emanaba era demasiado para que cualquier cuerpo físico lo soportara. Por lo tanto, creó una estructura de piedra en cuyo centro residiría su energía, el llamado "Fragmento del Padre".
Este objeto era tan poderoso que su único límite sería la imaginación y el poder del portador. Sin embargo, incluso ese objeto no podría ejercer poder sobre Padre, ya que él era el poder absoluto y nada ni nadie podría oponerse a él. Aunque alguien que no fuera Padre fuera el portador, Padre podría retirarle este poder si así lo deseaba.
Una vez que terminó de crear el Fragmento del Padre, Padre dejó su cuerpo en la máquina del sacro y lo colocó en el altar del Fragmento, vagando en el vacío y desapareciendo de la existencia. Así, Padre permitió que la vida siguiera su curso sin intervenciones, pero siempre estaría presente para observar todo lo que su creación tenía para ofrecer.
La Lanza del universo
Los campeones de los dioses eran 3.
bueno originalmente Eran 4, Ava, Hiram, Palladia y Adán tenían sus campeones, Estos campeones estaban hechos de poder puro únicamente superados por los Dioses de la creación y él mismo Padre, Pero el campeón de Adán desapareció en extrañas circunstancias, Nadie volvió a saber de él.
Mas que campeones eran los sirvientes de los dioses, Veilnier era de Ava, Wairhym de Palladia y Pedraval de Hiram, ellos cumplían cada orden y cada cosa que los dioses necesitaran.
Tras la Partida de los Dioses serían los encargados de mantener en condiciones decentes cada uno de los santuarios de los antes mencionados hasta el fin del los tiempos, pero Padre decidió que mejor los usaría para crear lo que sería llamado
La Lanza del universo.
Destinada a proteger el tiempo y el destino del universo en caso de una catástrofe que ni los serafines puedan contener, algo que amenace al mismísimo multiverso, un peligro inimaginable, a su vez estos protegen las 3 dimensiones principales exteriores al primer plano
Los nombres de estos 3 Caballeros que conformaban la lanza eran:
Wairhym: Habitaba en el Limbo, el lugar al que todas las almas de aquellos fallecidos van, para posteriormente estar frente a quien decidirá su destino, El Juez, Wairhym porta una armadura Negra como el mundo en el que se Encuentra, junto con varias partes plateadas, Una capa roja rasgada y Una lanza blanca de hoja circular que brillaba con intensidad, siempre rondaba montado en una criatura cubierta de pelo oscuro, Una larga cola de plumas blancas, Era parecido a una especie de venado, Con 4 ojos blancos y mas rápida que un parpadeo.
Wairhym era calmado y de pocas palabras, tampoco es que hubiera alguien con quien hablar, el estaba solo, el limbo siempre lo está, así que el siempre debía hablar consigo mismo para entretenerse.
Predaval: El estaba en el infierno, siempre se mantenía quieto, nunca se movía, más que en la noche, donde cabalgaba a una criatura parecida a un caballo pero este estaba podrido y en llamas, con huesos expuestos y de aspecto débil, A pesar de esto el animal era implacable, rápido, fuerte e inteligente, Pedraval portaba una armadura Roja rubí con detalles dorados y con la parte de sus manos color negro, Su lanza era negra y de aspecto agresivo, y parecía estar incendiada en llamas, pero estas eran negras absolutamente, Pedraval asesinaba cruelmente a cualquiera que se cruzará en su patrullaje o lo molestara, era muy territorial, Jamás hablaba, lo decía todo con simplemente mover su lanza, nadie se atrevía a desafiarlo.
Veilnier: El estaba en Kaliz, más precisamente era el guardián del valle de las almas, era amable, bondadoso, Gentil y sociable, Su armadura era plateada, y más reluciente que un diamante, tenía una capa blanca y su lanza era dorada y elegante, el no tenía un animal de compañía, sino que tenía un par de enormes alas hermosas con los cuales volaba por todo el valle, siempre charlaba con las almas de allí para pasar el rato, vigilaba muy de cerca a cada visitante que no perteneciera al valle.
Estos 3 caballeros sabrán cuando reunirse para salvar el destino de la vida en la creación, Juntarían sus lanzas para crear la lanza del universo, modificando el código eliminando a la amenaza y regresando en el tiempo, Regresándolo todo a un punto antes de la catástrofe, Sonara a algo simple pero están modificando tantas cosas que prácticamente cambian absolutamente todo, Únicamente actúan si la creación esta en peligro, Jamás han actuado durante los miles de millones de años desde el inicio de la creación y se espera que jamás lo haga...
Hablando sobre el multiverso, Tal vez se pregunten sobre cómo funciona la lanza.
Si existe el multiverso significa que cada universo tiene una lanza?
Dioses distintos?
Historia de los mismo totalmente diferente?
No. La Flor del multiverso no nació sino tras la Partida de los Dioses, Por lo tanto, Ni la lanza, Ni los dioses ni la historia previa tienen Ningún cambio en el multiverso puesto a que no existe ninguna variantes, El Universo en el que la lanza existe es el Universo original, El "000_1E0" Es el tallo de la Gran flor que es el multiverso.
En el vasto e infinito universo, hay misterios que sobrepasan el entendimiento. Uno de ellos es el origen de Dark Light Valley, una dimensión creada por una entidad divina, conocida como el Padre, quien tenía el poder de crear y destruir a voluntad. El Padre, siendo el mismo Dios, tenía la costumbre de experimentar con la creación de nuevas dimensiones y observar cómo evolucionaban a través del tiempo.
Sin embargo, Dark Light Valley era una creación única y especial. Era una dimensión que combinaba elementos de la oscuridad y la luz de una manera fascinante. Era como si el Padre hubiera encontrado la manera de equilibrar los opuestos y crear algo completamente nuevo.
Pero ¿qué significaba realmente Dark Light Valley? ¿Era solo un lugar, una dimensión más en el vasto universo? ¿O había algo más profundo en su creación?
Quizás, la respuesta se encuentra en la dualidad de la oscuridad y la luz. Estos dos opuestos siempre han sido vistos como enemigos naturales, pero en Dark Light Valley, el Padre logró combinarlos en una armonía única. Quizás, esto sea una representación de la dualidad del ser, donde el bien y el mal coexisten en cada uno de nosotros, y es nuestra elección qué lado abrazar.
También puede ser visto como una representación del equilibrio en el universo. La oscuridad y la luz son necesarias para la vida y el equilibrio en la naturaleza. La oscuridad permite el descanso y la regeneración, mientras que la luz proporciona la energía y la vitalidad necesarias para el crecimiento y la vida misma. En Dark Light Valley, el Padre logró crear un lugar donde la oscuridad y la luz se complementan mutuamente para crear un equilibrio perfecto.
Pero, ¿Qué significa esto para nosotros, como seres humanos en un universo infinito y en constante cambio? ¿Podemos encontrar nuestra propia armonía en la dualidad? ¿Podemos aprender a aceptar y abrazar nuestros opuestos y encontrar un equilibrio perfecto?
En el vasto universo que se extiende más allá de nuestra comprensión, el Padre es una fuerza misteriosa y divina. Este ser omnipotente y omnisciente tiene el poder de crear y destruir dimensiones con solo un pensamiento, y su habilidad para moldear el cosmos es incomparable. Fue en uno de sus momentos de creación cuando nació Dark Light Valley, una dimensión única y hermosa que combinaba elementos de la oscuridad y la luz.
La intención del Padre al crear esta dimensión no fue simplemente añadir otra pieza al rompecabezas universal, sino ofrecer un lugar de descanso y curación para las almas perdidas y heridas que vagaban por el cosmos. En este lugar, las criaturas oscuras y las plantas de sombra conviven con las criaturas de la luz y las plantas luminosas, creando un equilibrio perfecto entre la luz y la oscuridad.
La atmósfera en Dark Light Valley es algo que se siente en el alma. Es una sensación de tranquilidad y serenidad que no se encuentra en ningún otro lugar del universo. El tiempo parece detenerse en este lugar, permitiendo que los viajeros cansados puedan detenerse a respirar y descansar si es que saben como entrar a este lugar.
Pero, aunque Dark Light Valley es un lugar de paz, también es un recordatorio de que la vida es un ciclo constante de luz y oscuridad. La oscuridad no es algo a temer, sino una parte necesaria del universo que nos rodea. En esta dimensión, la luz y la oscuridad no se ven como enemigas, sino como compañeras. Cada una complementando a la otra y creando un equilibrio que es necesario para la existencia misma.
El, un ser que ha estado presente en muchas historias a lo largo del tiempo y el espacio, ha oído hablar de este lugar legendario. Según la leyenda, Dark Light Valley fue diseñado para albergar a las almas perdidas y heridas, ofreciéndoles un refugio donde pudieran encontrar la paz que les había sido arrebatada.
Las criaturas oscuras y las plantas de sombra conviven en este lugar con las criaturas de la luz y las plantas luminosas, creando un equilibrio perfecto entre los elementos. Parece que el tiempo se detiene allí, ofreciendo un oasis de tranquilidad en un universo caótico y siempre cambiante.
El paisaje de Dark Light Valley es tan hermoso como enigmático. Es una dimensión que está envuelta en una atmósfera pacífica y relajante, que parece detener el tiempo. El suelo es de un negro intenso y profundo, y las plantas que lo cubren son de un color aún más oscuro. Los árboles que se levantan hacia el cielo también son negros, pero sus ramas y hojas están bañadas por un brillo suave y misterioso.
A pesar de la apariencia oscura, la luz es una presencia constante en Dark Light Valley. Hay plantas que emiten una luz tenue y fría que se mezcla con la oscuridad, creando un efecto hipnotizante. Las criaturas luminosas también se pueden encontrar allí, sus cuerpos son transparentes y parecen estar iluminados desde adentro, emitiendo una luz suave y resplandeciente que ilumina el camino a los viajeros.
Las criaturas oscuras también se pueden ver vagando por Dark Light Valley, y aunque son temibles a simple vista, no parecen representar una amenaza para aquellos que buscan la paz y la armonía en la dimensión. En cambio, parecen estar en perfecta armonía con las criaturas de la luz, lo que crea una sensación de equilibrio en el paisaje.
El cielo de Dark Light Valley es un espectáculo impresionante. A diferencia de los cielos en otras partes del universo, aquí no hay estrellas, ni planetas, ni galaxias en el horizonte. En cambio, la bóveda celeste está cubierta por una neblina oscura y brillante, como si el mismo universo estuviera siendo redefinido en este lugar. A pesar de la apariencia misteriosa del cielo, la luz y la oscuridad parecen fundirse en una armonía perfecta que solo puede encontrarse en este lugar especial.
A pesar de la belleza de este lugar, el Padre decidió protegerlo de las garras de las grandes corporaciones del universo, creando una barrera mágica que solo los que conocen los secretos de la magia podían atravesar. Esta medida hizo que Dark Light Valley se mantuviera oculta y a salvo de la avaricia y la codicia de aquellos que solo buscaban el poder y la riqueza.
El ha oído que aquellos que se aventuran a través de la barrera mágica son recibidos por el Guardián del Umbral, un ser misterioso con un poder inmenso capaz de desviar cualquier portal que no esté destinado a las almas que buscan la paz y el descanso. Su piel brilla como si estuviera cubierta de estrellas, y sus ojos azules parecen estar conectados con el universo mismo.
En Dark Light Valley, la oscuridad y la luz se unen para crear un lugar de belleza y armonía. Pero solo aquellos que respetan su equilibrio y buscan la paz pueden tener acceso a él, gracias a la protección del Guardián del Umbral. El Padre creó este lugar con la esperanza de que aquellos que lo encuentren puedan encontrar la paz y la curación que necesitan, y El no puede evitar sentir una profunda admiración y gratitud hacia él por haber creado tal maravilla.
El Guardián del Umbral es una figura mítica y legendaria en el universo. Su apariencia es tan sorprendente y majestuosa como su leyenda. Tiene la apariencia de un ser humanoide, pero su piel es de un color plateado y brillante, lo que le da una apariencia celestial y estelar. Cada centímetro de su piel parece estar cubierto de pequeñas estrellas que brillan con luz propia, creando un efecto deslumbrante e hipnótico para aquellos que lo ven.
Su estatura es impresionante, y es una de las criaturas más altas que existen en Dark Light Valley. Su cuerpo está envuelto en una túnica negra con capucha, que parece absorber toda la luz que cae sobre ella, creando un efecto de oscuridad a su alrededor. Su capucha cubre gran parte de su rostro, pero se puede ver que sus ojos son de un color azul intenso y brillante, que parecen reflejar la luz de las estrellas.
Sus manos y dedos son largos y delgados, como los de un ser humano, pero también tienen un brillo plateado que los hace parecer divinos. Se dice que sus dedos son capaces de manipular la magia y la energía de una manera que ningún otro ser en el universo puede hacerlo. También se cree que su presencia tiene un efecto mágico sobre los seres que lo rodean, y que su aura emana una energía calmante y tranquilizadora que puede curar heridas emocionales y espirituales.
La existencia de Dark Light Valley nos lleva a reflexionar sobre la complejidad y la belleza del universo en el que vivimos. Cada dimensión, cada planeta, cada estrella es un reflejo de la creatividad y el poder del Padre, una entidad divina capaz de crear y destruir a voluntad. Sin embargo, también nos hace cuestionarnos sobre el propósito de la existencia de cada ser en este vasto universo y cómo encajamos en él.
El Guardián del Umbral es una muestra más de la magnitud y la complejidad del universo. Su existencia nos recuerda que hay fuerzas y seres más allá de nuestro entendimiento, pero que pueden tener un papel crucial en el equilibrio y la armonía del universo. Su papel en proteger Dark Light Valley nos hace reflexionar sobre la importancia de preservar los lugares de paz y belleza en un universo lleno de caos y destrucción.
Al mismo tiempo, el misterio y los rumores que rodean a la dimensión nos hacen cuestionar si en verdad conocemos todo lo que hay en este universo. ¿Qué secretos podrían esconder Dark Light Valley y las criaturas que habitan en ella? ¿Qué otros lugares mágicos y misteriosos podrían existir más allá de nuestra comprensión?
En última instancia, Dark Light Valley nos invita a explorar nuestra propia existencia y a buscar la armonía y la paz en un universo lleno de incertidumbre y peligro. Tal vez podamos encontrar un lugar en el que podamos sanar nuestras almas y nuestras heridas, como las almas perdidas y heridas que buscan la paz en Dark Light Valley.
En los días antiguos, cuando el aliento de la Creación aún danzaba sobre el abismo sin forma, el Señor, Padre de todo lo que respira y de todo lo que arde, contempló la Belleza de Kalíz, y vio que era buena.
Kalíz, la obra luminosa de Su voluntad, era plena de amor, de paz sin mácula, y de armonía sin fisura. Las almas en ella refulgían con la pureza de lo intacto. Pero el Padre, sabio sin igual, no se dejó engañar por la hermosura del único rostro; pues conocía la ley inmutable: que donde nace la Luz, también debe nacer la Sombra.
Así pues, como equilibrio necesario, como reflejo oscuro de Su creación perfecta, el Padre pronunció el nombre que no debía ser: Eneyedird, y el Infierno fue. No por error ni castigo, sino por decreto absoluto, para que el Bien tuviese sentido al rozar el filo de su opuesto.
Y el Padre trazó con su Voz una dimensión de sangre y piedra, de calor sofocante y vastedad sin consuelo. A la par que Kalíz florecía, Eneyedird se encendía en su agónica gestación. Su tierra era árida, de montañas que rasgaban el cielo, de valles donde la muerte dormía con los ojos abiertos. Allí el color era rojo, el viento era cuchillo, y la vida era hambre.
Y a esta tierra maldita, el Padre arrojó a los Desterrados, criaturas que ni pensaban ni amaban, sino que devoraban. Eran carne andante, voraz y sin redención, nacidas del exceso de violencia, forjadas en la ira de lo que fue negado.
Pero el Señor, siempre más allá, no contento con el caos sin forma, ordenó estructura. En el centro del Infierno, suspendida entre el fuego y la gravedad, formó Verdek, una base flotante, trono sin trono, altar sin culto. Alrededor de ella, giraron siete anillos titánicos, cada uno cargado de historia aún no escrita. Ocho fueron en total, y ocho reinos tuvo el abismo.
Y entonces, con un gesto sagrado, el Padre formó a Adán, Su servidor no igual, pero sí reflejo. A él le confió el trono del Infierno, y le ordenó contener el caos con disciplina, reinar sin amor, ordenar sin compasión.
Pero Adán vio la magnitud del mandato y dudó: "¿Cómo se puede reinar sobre el odio mismo?" Y el Padre respondió sin voz: con sufrimiento.
Y Adán descendió. En medio de Verdek construyó un castillo sin puertas. No por miedo, sino por doctrina. Allí moró, rodeado por el rugido de las bestias sin alma, por gritos que no pedían ayuda sino sangre.
Y aún faltaba sustento. Los recursos que el Padre escondió en los anillos fueron rápidamente devorados. Entonces, en Su sabiduría eterna, el Señor talló un nuevo puente entre vida y muerte: agujeros negros surgieron de la agonía de las estrellas, y en los anillos aparecieron sus hermanos gemelos, los blancos. Los primeros absorben, los segundos entregan. Así Eneyedird fue alimentado por los cadáveres del universo.
Y el Infierno prosperó. Los demonios aprendieron a sobrevivir en el filo del caos. Adán, en su trono silencioso, vio que la brutalidad era su único lenguaje. Castigó con dolor, gobernó con puño de hierro, y al hacerlo, sembró orden.
Aun así, los demonios se devoraban entre sí, por hambre y por ansia. Entonces Adán, en un acto no de misericordia, sino de control, les enseñó a cultivar. Les mostró cómo extraer alimento de tierra muerta. Y la civilización nació.
La Ciudad de los Monarcas surgió como joya oscura en el centro de Verdek. Era alta, inmensa, repleta de ciencia corrupta y de lujos impensables. Era prueba del pecado hecho orden. Pero fuera de sus muros, los demás anillos eran hambre y desesperación. Los Monarcas, nacidos del fuego, explotaban a los suyos sin freno. Robaban vida, sustancia y alma, y dejaban tras ellos huesos limpios.
Los demonios de anillos distantes huyeron. Algunos buscaron exilio en Pileral o en Bosetros, el cuarto anillo. Otros fueron hacia Muroa, segundo anillo entre Verdek y Pileral. Pero incluso Muroa, abandonado y desolado, fue reclamado por la ambición sin fin de los Monarcas. Su expansión forzó nuevas migraciones, nuevas guerras, nuevas masacres.
Adán nunca intervino del todo. Su deber no era salvar, sino equilibrar. Él observaba desde su castillo, inmóvil, frío, eterno. Su vigilancia era el muro que evitaba que el Infierno colapsara en sí mismo. A cambio de su soledad, obtuvo obediencia parcial. Los más débiles lo temían, y por tanto, lo seguían.
Así Eneyedird continúa girando, lleno de ruina y ambición. Su historia aún se escribe en sangre y humo. Pero mientras Adán vigile desde las alturas de Verdek, y el Padre observe desde el más allá de lo más allá, el Infierno se mantendrá...
No en paz, sino en equilibrio.
No en redención, sino en propósito.
Pues incluso la oscuridad tiene su lugar en el Reino del Padre.
Y fue tras la locura de Adán, el Primero, el Castigador Eterno, que el Señor, el Padre sin forma, miró con tristeza el trono de Verdek, vacío de razón y desbordado por el eco de gritos sin dueño. Adán, encendido por la furia de siglos sin descanso, se encerró en sí mismo, sellando su castillo con geometrías imposibles y dejando al Infierno sin voz.
Entonces, el Padre habló otra vez, y su Palabra tembló en la médula del abismo. Del centro mismo de la Matriz Infernal, donde se entrecruzan los ocho anillos, en la fosa sagrada custodiada por el inmóvil titán Pedraval, el Padre hizo nacer a los Vun der Hell, Reyes Sagrados del Infierno. No fueron nacidos ni creados: fueron paridos por el Odio, tallados del dolor puro de los condenados.
Cada cinco mil años, una sola criatura emerge del Corazón de los Pecadores, tejida con hueso, alma, sangre, pecado y fuego. Su nombre no le es dado, lo reclama con su rugido. Su poder es absoluto. Solo ellos pueden matar a un demonio. Solo ellos pueden dictar el orden en Eneyedird.
Y así surgió el primero: Kinnek, quien se renombró a sí mismo como Sorharet Vun der Hell, el que no acepta otro título que el del Sol de las Ruinas. Era alto como las columnas de Bosetros, su barba blanca arrastraba los pecados de tres milenios, y su armadura roja ardía como estrella condenada. De su mirada brotaba fuego puro, y en su voz moraba la sentencia.
Sorharet gobernó con puño de plomo fundido, expandiendo su dominio más allá del abismo, quebrando mundos, esclavizando planos, y llenando los anillos del Infierno de gritos y cadenas. En su reinado, los demonios eran convocados a la guerra como ganado, armados sin instrucción, enviados sin compasión. Padres, hijos, y bestias deforme, todos marchaban bajo su estandarte de carne seca.
Aquel que osara cuestionar, era arrojado a los fuegos de Pedraval. Aquel que huía, era marcado por la Maldición de la Eternidad: vivir en combate sin descanso ni muerte.
Y mientras la Ciudad de los Monarcas se hinchaba de riqueza y joyas rojas, los anillos exteriores se desangraban. El Infierno era un campo de cosecha, pero no de trigo: de huesos, de sufrimiento, de almas.
Fue entonces que el Primero Plano, el Reino de los Vivos, fue alcanzado por la sombra de Kinnek.
Y el grito de auxilio cruzó los velos, alcanzando el corazón de uno que no era dios ni ángel, pero cuyo pecho contenía el amor de millones: Gennyel Arak, el Hombre con un Corazón más grande que el universo, llamado también el Escudo de la Llama Blanca, o el Portador de la Lanza Justa.
Gennyel no era un rey, pero todos le obedecían. No era un profeta, pero todos lo seguían. No tenía alas, pero volaba al frente de su ejército sin armadura, solo con la fe de su causa.
Al ver que los cielos se abrían y los ejércitos de Kinnek caían como plagas encendidas sobre los campos del Primer Mundo, Gennyel reunió a los suyos. A sus guerreros los llamó los Portadores del Alba, hombres y mujeres que, aún sabiendo que serían uno contra doscientos, no retrocedieron.
La tierra misma tembló. El cielo ardió. Las aguas hirvieron.
Y comenzó la batalla, cuando el Infierno alzó su grito y el mundo mortal contestó con su valor.
Los demonios descendieron como ríos negros, armados con lanzas de hueso y corazas vivas. Sus cuerpos, deformes y pestilentes, brotaban de los agujeros blancos abiertos por Kinnek en los cielos. Traían con ellos a los Ezëgraht, dragones sin piel con lenguas como látigos, y a los Yahlom Vur, gigantes encadenados que cargaban torres sobre sus espaldas.
Los hombres de Gennyel no tenían monstruos ni pactos oscuros. Solo tenían rifles, magias blancas, y el eco del ejemplo de su líder.
Pero lucharon.
Y cuando todo parecía perdido, cuando los demonios ya danzaban sobre las ciudades muertas, fue la mortalidad, en su desesperación gloriosa, la que se volvió invencible. Como antorchas en una noche cerrada, los Portadores del Alba se encendieron con furia pura, y cada soldado que moría se llevaba consigo a decenas.
Fue así que los ejércitos del Padre, los verdaderos Hijos de la Tierra, hicieron retroceder a los horrores.
Uno a doscientos.
Y los doscientos cayeron.